Una
tarde gris, tiempo lluvioso y nublado, pueden propiciar sentimientos y
emociones de tristeza y decaimiento.Tantas
veces, nosotros los humanos, seres comunes y corrientes, nos sentimos así. Deseamos
en lo posible sacar fuerzas de nuestro
interior para darnos ánimos y fortaleza y ayudarnos y ayudar a nuestros seres amados. Lo primero que
debemos hacer (que no es nada fácil) es tratar en lo posible de no pensar en problemas ni escuchar malas
noticias. ¡Esa es la magia!, —pero que a veces resulta difícil poner en práctica.
Admiramos a esas personas que ayudan a los demás y que escriben tan bonito,
pero ellos también tienen una historia que contar y la mayoría de las veces han
pasado por situaciones traumáticas que en un determinado momento los ha
despertado y han comenzado su propio proceso interno de sanación. Las situaciones traumáticas y acontecimientos estresantes aparecen en
nuestra vida para corregir o sanar un
error que a veces ni nos acordamos cuando lo cometimos. Son memorias
ancestrales o propias que los humanos tenemos y debemos limpiarlas
definitivamente para que ya dejen de molestarnos y así poder alcanzar nuestra plenitud como hijos perfectos
de un universo perfecto. —¿Cómo sanamos estas memorias? Para empezar, ponernos metas y cumplirlas. ¡Hacer un compromiso con
nosotros y con Dios! Si lo tenemos como
socio no necesitamos a nadie más. Debemos repetir eso constantemente ya que la mente funciona y se limpia con repeticiones,
hasta aprender la lección. Decretemos nuestra sanidad, y provisión. —“Yo
Soy la resurrección y la vida de todas las cosas buenas y perfectas que pueda yo concebir o desear”. Qué debemos hacer para sentirnos bien? Primero y principal, como dice el dicho
popular, es dejar de pensar en tantas tonterías. ¡Ya basta! ¡Paremos ya esa cháchara mental! Somos hijos
perfectos de Dios y Él nos ama y acepta
como somos, seres humanos con muchas
potencialidades que sacar a flote. Estas potencialidades, están escondidas
debajo de un montan de basura que nosotros mismos hemos acumulado en el transcurso de
todas nuestras vidas. Respira y da “Gracias” todos los días y todo el día, no pensando en nuestras carencias y limitaciones, sino
recordando todo lo bueno que poseemos, por muy insignificante que parezca. De
esta manera se multiplicaran las bendiciones. Cuando te sanas a ti mismo, sanas
a los demás. Y no es solo la parte
física sino la espiritual. Ambas van unidas y entrelazadas. Cambia esa cara de
amargura que a veces tienes y sonríe. Es gratis. Deja críticas, juicios y
suposiciones hacia los demás. Todas las personas tienen sus propios problemas y
sus historias a veces están plagadas de sinsabores. Solo siente el chaparrón a
quien le está cayendo y empapando. Actúa de acuerdo a tus principios. Envía
mensajes de aliento y esperanza a tus amigos y conocidos. Y si alguien no
responde no le des importancia. A lo mejor en ese momento estaba pasando por
una terrible situación y se le olvido responder.
O quizás le llego en el momento que más lo necesitaba. Devuelve bien por mal. Poner
la otra mejilla no es aceptar que nos denigren y maltraten, es dar gracias a la
Divinidad que te ha puesto a alguien en tu vida para ayudarte y ayudarlo.
Nuestros Maestros se nos presentan con diferentes ropajes. De quien menos
creemos, aprendemos algo. Al conectarnos
con la Divinidad sanamos errores y creencias falsas. Envía pensamientos de amor y tolerancia al
Universo, y veras que él te lo regresa multiplicado. Demos el primer paso en el
sendero de nuestra liberación.
Nancy Aguilar
Quintero
Ciudad de
Panamá, miércoles 07 de julio de 2016