Dicen
que se debe escribir lo que sale del alma y del corazón. En estos momentos me
siento así. Recapitulando parte de mi experiencia de vida diré que en verdad la
aplicación de ciertas enseñanzas le da a uno una perspectiva positiva. Estoy escribiendo
en estos momentos lo que siento y quizás no lleve una coherencia. Me catalogo como alguien que siempre ha estado
insatisfecha con lo que es. Siempre he
sido muy dura conmigo misma, me autocritique toda la vida, no me aceptaba
porque pensaba que estaba actuando incorrectamente no siguiendo los patrones
que mis padres querían. No aceptaba mi
físico, era temida y retraída. Nunca me
acepte como soy porque quería la aprobación de los demás. ¡Pero ojo! Sabía que había algo más que no entendía ni
comprendía en esos momentos y que la vida y las experiencias se han encargado
de enseñarme. Esta búsqueda me ha
llevado casi toda la vida. Quizás para eso nací, ya que todos tenemos que cumplir una misión No he aprendido fácilmente, todavía lo estoy
haciendo y cada día aprendo algo nuevo y eso es bueno en el desarrollo y consecución de mis metas. Lo que estoy predestinada
a ser. Mi búsqueda comenzó desde niña, criada en una familia muy católica. Mi madre practicante fiel de esas enseñanzas que nos
inculcó desde muy pequeños a mí y mis hermanos.
Teníamos que aceptar los preceptos católicos pero sin cuestionarlos. Lo
contrario era pecado. Ella nos enseñó lo que a ella le enseñaron sus padres y así
la cadena sigue. Gracias a mi suspicacia o no sé cómo lo diría desde mi adolescencia
repudie un poco esos dogmas. No completamente pero si en mi fuero interno en lo
más profundo de mi corazón no los aceptaba. Uno de los preceptos católicos que siempre deteste fue la bendita confesión
de los pecados. Yo me decía a mí misma ¿Por qué tengo que decirle mis
intimidades a una persona que ni conozco? Eso nunca entro en mi cabecita hasta
el día de hoy. Como ávida lectora con el
tiempo y las circunstancias de la vida ya en mi edad adulta y con dos hijos conocí
la Metafísica. Porque vale decir que desde mi adolescencia hasta ese momento me
retire de la vida espiritual. Pero siempre con la duda y el gusanillo de
conocer algo más. Ahora sé que primero debo amarme y aceptarme yo primero para después
aceptar y amar a las demás personas. Me
he involucrado en muchas enseñanzas espirituales, pero todas conducen a lo mismo.
Todas enseñan que hay un Ser Superior, que lo llamamos de diferentes maneras,
pero es lo mismo. A ese Ser debemos amarlo y acatar sus leyes, si queremos
vivir en plena paz y armonía. “Ama a Dios sobre todas las cosas y
al prójimo como a ti mismo”
Nancy Aguilar Quintero
Ciudad de Panamá,
viernes 20 de mayo de 2016